Cuanto más se acercaba más se podía sentir el aroma de la lluvia. Se podían apreciar los bellos destellos de los rayos y los dulces sonidos que dejaban escapar los truenos confundidos con melodías dulces y frescas, como las que deja escapar la lluvia cuando golpea tu ventana.
Se podía sentir cómo lentamente el ambiente se llenaba de un sutil aroma húmedo y clásico, como cuando estás en un lago. Los árboles dejaban al descubierto sus ramas y junto a éste las flores espacian un aroma nuevo.
El silencio era claro y profundo, solo se escuchaba la melodía del viento soplar con prisa y la lluvia golpeando todo a su medida. No se sentía nada, solo era el más simple y audaz sonido del silencio hablando entre mi alma pidiéndome salir y llenar mi cuerpo de su fría ventisca.
Así pues, salí a la calle y dejé que ésta me deslumbrara con su frío, así cada gota baja lentamente por mi rostro sesgado por la luz de las lámparas de media noche, que recorría lentamente toda hasta besar mis labios, bajando así por todo mi cuerpo dejándolo a la merced de ella.
Ahí estaba yo, dejando desnuda mi alma, dejando todo aquello que me cubría para darle paso a las gotas de lluvia. Ahí estaba yo, un hombre bajo la lluvia, un hombre que deja escapar su mente frente a esta maravillosa lluvia, que desvanece poco a poco mi cuerpo entre la penumbra.
Colaboración de Anderson L
Colombia