Te extraño. Te extraño de una manera diferente y poco peculiar. No de una manera de amantes que desean la cercanía del otro porque de no ser así, al no contar con su presencia, se sentirían totalmente desarmados, perdidos en las tinieblas, entre naufragios que amenazan con alterar el sentido de su propia vida. No, de esa manera no. No te extraño. Te necesito. Eh ahí la diferencia. Porque yo puedo vivir sin ti. Rehacer mi vida. Seguir mi camino, esforzándome siempre a cada segundo en no recordar tu hermoso recuerdo. Pero siempre llegaré al mismo punto, al mismo encuentro que me paraliza y me hace darme cuenta de que te necesito.
Esa grave aseveración que en ocasiones la rechazo con tanto fervor, que la desmiento en cada segundo y me provoca querer gritar que en realidad te odio; porque en mis entrañas, ahí donde yacen mis más profundos secretos, sé que es verdad. Tengo que admitir, a pesar de que cuando lo hago mi corazón se destroza, pues ya estaba acostumbrado a negar ciertas verdades que me rodean, ya que siempre las cubro bajo mi propio bien, con el sólo fin de no volver a salir lastimada, ya no por ti; si no aun peor, por el simple hecho de tu recuerdo.
Necesito esa gravedad tan tuya que me mantenía con los pies en la tierra, que me hacía pensar las cosas y a la vez me hacía ser tan espontanea para llegar a sorprenderte con mis nuevos movimientos. Necesito esa frescura que habita en ti y que no me hacía nada mal respirarla. El aire que compartíamos en uno sólo y que en un momento dado sentíamos que nos ahogaba. Esa polaridad que nos rodeaba que presentíamos que nos asfixiaba pero que sólo era nuestro amor impregnado de tensión en cada uno de nuestros encuentros. Necesito esa seguridad que me transmitías con el simple hecho de mirarme, necesito tu mirada posada sobre mí. Anhelo con tantas ansías volver a estar frente a ti, para poder apreciar mi reflejo en el hermoso cristal de tus ojos. Esos ojos que con una mirada me hacían temblar hasta los huesos, que hacía que un escalofrío atravesara mi cuerpo de cabeza a pies y aun así, a pesar de mi miedo, no podía desprender mi mirada de ti.
Necesito tu manera de confortarme con un abrazo, con una palabra, con un minúsculo gesto. Tu manera tan única de aliviarme de todas mis penas sin hacer apenas nada, con tan sólo tu presencia bastaba para hacerme feliz. Necesito tus manos entrelazadas con las mías, creando esa cercanía, una complicidad entre nosotros. Esas sonrisas sencillas que eran ajenas a cualquier persona a nuestro alrededor pero que eran un todo para nosotros, aun sin darnos cuenta. No, no te necesito. Te extraño. Como se extrañan las amantes que viven eternamente enamorados.
Colaboración de Alejandra
México