De vez en cuando necesito el disparo del de repente.
Pegarme un tiro con lo inconveniente.
Hurgarme en la herida, escarbando la llaga del sentimiento latente en carne viva de lo inesperado.
Salir corriendo a bocajarro de todo.
Escaparme de la nada.
De lo correcto, de lo que debo mejorar, de lo que se espera de camino aliviar, de ánimo recetar y curar de esperanza.
Y dejar atrás esos "des" hechos.
Hacer huérfanos a los afectos de alrededor.
Orgullosa de admitir la poesía del dolor.
Que tengo miedo siempre a todas horas a cada instante sobre cada segundo de esta misma canción de ayer.
Y lo peor no un poco,
sino un bastante de mucho sufrido.
Desprenderme la etiqueta de paciente, emparejarle el “im”,
despeinándome los maltrechos manojos de los nervios.
Para poder purgar el llanto
y sacarme todo lo alquitranado, todo lo espeso de dentro, amargura.
Esos días no deseo aparecer sonriente, ni pintarme bonita
ni saludar a la alta mirada del cielo.
Estoy en mi derecho de enfermedad constante
al corazón roto reivindicado.
Por mi condición crónica errante.
No quiero estar contenta
ni que nadie hable por mí a insistencia de la alegría.
Sino descender los ojos vidriosos de negrura
hasta lo más profundo de las entrañas.
Espesos del líquido hirviente, soledad.
Huir de estar.
Hacer juramento de desaparecida.
Quedar en paradero desconocido de mi partida.
Llegar ahogándome de velocidad hambrienta
por ganas locas desatadas de asomarme a la tempestad del precipicio.
Llamando a voz en grito desesperado a mi amante la oscuridad.
Abandonarme a su noche herida.
Sé que cuanto más tiempo estoy con ella,
se cumple la maldición de enamorados imposibles.
Que fuimos hechas la una para la otra,
para resistirnos cercanías y rendirnos a las ausencias.
No me gustan los puntos medios, las hemorragias medidas
ni la sangre equilibrada.
Lo mío es amar a corazón abierto,
a todo pulmón, libertad,
dejándome la piel de la respiración a tiras de ilusión.
Cuanto más nos pertenecemos vacío
más se apaga la luz de mi recuerdo.
Siento que me empujas en la atracción de la destrucción,
pues ambas terminan en la misma suerte.
Agrandando el hueco del olvido
acallando la memoria que conforma mi nombre.
En la otra parte iluminada
de quienes me reconocen según la imagen que tienen de mí.
Y a pesar,
y precisamente de ello, y a ti.
Nos debemos mutuamente.
Quiero quedar contigo,
perder las pocas fuerzas que me quedan
entre las afiladas tinieblas de tus brazos.
Atravesándome por fin sin temer a escribir tu nombre, Muerte querida.
Te tengo cada día presente.
No puedes permanecer sin mí.
Soy la vida.
Pegarme un tiro con lo inconveniente.
Colaboración de Paradera
España