El hombre llega al mundo sin saber ni imaginar al fabuloso sitio al que ha sido enviado. Su vida transcurre sin darse cuenta de lo que sucede a su alrededor, hasta que llega el día en que comienza a reflexionar y sale a caminar sin rumbo fijo.
De pronto se da cuenta de que sus pasos lo llevaron hasta las afueras de su comunidad, pero eso no lo detiene. En el trayecto se encuentra un río y por un momento se queda observando la maravillosa fauna que ahí vive. Admira la vegetación que crece a sus orillas bañadas sus turbulentas aguas,después sigue avanzando en su ruta y llega a una pradera cubierta de árboles y flores.
Jamás había visto tanta belleza y colorido. Por un momento admira el paisaje, corta unas cuantas flores Y sigue avanzando. Sus pasos lo llevan al pie de una montaña: alza sus ojos hacia la cumbre y emprende el ascenso.
Después de un rato se da cuenta de que conforme avanzan sus pasos a la altura, su respiración y su cuerpo se fortalecen de nuevos bríos, se siente cada vez mejor. Al llegar a la cima, vuelve sus ojos atrás, da un gran suspiro y piensa: “Aire puro de la montaña, después de haber admirado la belleza del río y de toda la vida que crece a sus orillas y haber percibido el colorido y la fragancia de las flores, no puedo menos que dar las gracias a Dios porque me encuentro en un mundo lleno de los más grandes y mejores tesoros naturales.
Gilberto Hernández Almazán
8 Diciembre 1993
Colaboración de Gilberto Hernández Almazán
México